Qué bien hace Dios las
cosas. No hay más que convivir y mirar a nuestro perro para entenderlo. El
perro nos aporta a todos innegables beneficios. Esto ha motivado que desde hace
algunos años se esté potenciando la figura del perro de terapia. Os recomiendo
leer este artículo en esa doble vertiente, desde la perspectiva de un dueño de
perro doméstico y desde la perspectiva de una persona que se sirve de un perro
de terapia:
-EMPATIA: es más fácil
desarrollar empatía hacia el perro y después hacia el exterior y los que nos
rodean. En esta línea, se están utilizando perros en algunos países, para
facilitar que los niños que han padecido actos traumáticos, puedan
exteriorizarlos ante un médico o un juez.
-MEJORA LA RELACION CON EL
ENTORNO, toda vez que permite situarse en él de forma más cómoda, una vez que
hay un punto de unión con el perro, que constituye un enlace de confianza y
bienestar.
-REDUCE LA INTROSPECCION, toda vez que la presencia del perro hace que la terapia se
perciba como una actividad menos formal y más relajada y al comunicarnos con él
y con el entorno, nos damos menos vueltas a nosotros mismos.
-DA CONFIANZA a las
personas, ya que saben que el perro las acepta totalmente, sin tener prejuicios
por su situación, circunstancias personales, enfermedades, etc.
-MEJORA LA SOCIALIZACION.
El perro se convierte casi siempre en tema de conversación facilitando que las
personas se relacionen y compartan algo en común que les une e interesa.
-BRINDA CONTACTO FISICO,
importante para el bienestar emocional de las personas, además de reducir la
presión arterial y el stress.
-MOTIVA PARA ASUMIR RESPONSABILIDADES, desarrollar aptitudes, romper la rutina y divertirse. El
perro depende de su dueño, que tiene que peinarlo, alimentarlo, pasearlo, etc,
con una rutina y horario que a uno le exigen salir de sí mismo, sintiéndose
necesario.
-FACILITA REALIZAR EJERCICIO
FISICO. Si no hubiera perro, muchas personas prácticamente ni se moverían. Un
perro exige salir, moverse. Y además del innegable beneficio físico que esto
produce al hacernos menos sedentarios, facilita el trato con otras personas que
se interesan por el perro en nuestros paseos. Es un importante canalizador de
relaciones personales.
En todo caso, y a pesar de
todo lo dicho, no podemos perder de vista que un perro es un perro y no una
persona. Menos aún un hijo. La naturaleza es sabia y exige poner cada cosa en
su sitio. Por su bien y por el nuestro. Pero aun no siendo personas, es
innegable que son unos compañeros entrañables a los que es muy fácil coger
cariño.
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